LEA: 1 Juan 1:5–2:2
| El 18 de enero de 2012, la
mayor racha (14 años) de triunfos en la historia de los deportes
interuniversitarios en los Estados Unidos (252 victorias) terminó cuando el
equipo de Trinity College perdió al squash contra Yale.
Al día siguiente, su entrenador recibió un correo
electrónico de un amigo, un destacado director técnico de fútbol americano:
«Bueno, ahora tienes que recuperarte». A los diez días, este entrenador perdió
en uno de los eventos deportivos más vistos: la Supercopa de la NFL. Todos
enfrentamos derrotas.
El sentimiento de fracaso después de una derrota deportiva
es similar a la enorme condena que solemos infligirnos después de un colapso
espiritual. ¿Cómo podemos recuperarnos tras haber entristecido a Dios y a los
demás, y decepcionarnos personalmente? El apóstol Juan escribió: «Si decimos
que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en
nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar
nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad» (1 Juan 1:8-9). Dios nos perdona
porque Jesucristo pagó el precio por nuestros pecados (2:2).
El perdón de Dios nos libera para que volvamos a empezar,
concentrados en las oportunidades presentes y olvidando las derrotas pasadas.
Su limpieza nos permite recomenzar con un corazón puro. Hoy Dios nos invita a
recuperarnos y nos capacita para hacerlo.
En vez de vivir en las sombras del ayer, andemos en la luz
del hoy y la esperanza del mañana.
(Nuestro Pan Diario)
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