LEA: 2 Corintios 4:1-12
| A principios del siglo xx,
mientras trabajaba como mucama en Londres, Inglaterra, Gladys Aylward soñaba
con hacer otra cosa. Su meta era ser misionera en China. Después que una
organización misionera cristiana la rechazó por «inepta», Gladys decidió ir
allí por su cuenta. Con 28 años de edad, usó sus ahorros para comprar un boleto
de ida a Yangcheng, una remota aldea china.
En aquel lugar, estableció una posada para que se hospedaran
caravanas de mercaderes, a cuyos integrantes les compartía historias de la
Biblia. También sirvió en otras aldeas y llegó a ser conocida como Ai-wehdeh,
expresión china que significa «virtuosa».
El apóstol Pablo también difundió el evangelio en áreas
remotas del mundo. Se brindó como siervo para suplir las necesidades de los
demás (2 Corintios 11:16-29), y escribió sobre el servicio: «Porque no nos
predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como
vuestros siervos por amor de Jesús» (4:5).
No todos somos llamados a enfrentar dificultades para llevar
el evangelio a tierras lejanas, pero cada uno de nosotros es responsable, como
siervo de Dios, de hablarles de Cristo a quienes están dentro de nuestra esfera
de influencia. Tenemos el privilegio de ayudar a nuestros vecinos, amigos y
parientes. Pídele a Dios que te dé oportunidades de servir y de hablar de
Cristo, quien se dio a sí mismo por nosotros.
Servimos a Dios al compartir su Palabra con los demás.
(Nuestro Pan Diario)
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