LEA: Job
37:14-24 | Una mañana temprano, el viento empezó a soplar y las gotas de lluvia
golpeaban mi casa como si fueran piedrecitas. Eché un vistazo por la ventana,
al cielo gris amarillento, y observé mientras los árboles se balanceaban con el
viento. Surcos hechos por los rayos iluminaban el cielo, acompañados de truenos
que hacían temblar. La electricidad iba y venía, y yo me preguntaba cuánto
duraría el mal tiempo.
Cuando pasó
la tormenta, abrí mi Biblia para empezar el día leyendo las Escrituras. Leí un
pasaje de Job que comparaba el poder del Señor con la fuerza en la atmósfera de
una tormenta. Eliú, el amigo de Job, dijo: «Truena Dios maravillosamente con su
voz» (37:5). Además, «Él cubre sus manos con el relámpago, y le ordena dar en
el blanco» (36:32 lbla). Sin duda, Dios es «grande en poder» (37:23).
Comparados
con Dios, los seres humanos somos frágiles. No podemos auxiliarnos
espiritualmente, sanar nuestro corazón ni remediar las injusticias que solemos
soportar. Felizmente, el Señor de la tormenta se ocupa de personas débiles como
nosotros; «se acuerda de que somos polvo» (Salmo 103:14). Es más, «da esfuerzo
al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas» (Isaías 40:29).
Dado que Dios es fuerte, puede ayudarnos en nuestras debilidades.
Dios es la
fuente de nuestra fortaleza.
(Nuestro
Pan Diario)
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