Leer | JUAN
16.23, 24 | Cada día suceden milagros, como cuando las mentes se abren, los ciegos
espiritualmente ven la verdad del evangelio, y los rebeldes se convierten en
hijos de Dios.
Nuestro
Padre celestial espera que nos acerquemos con peticiones grandes. Él ve si lo
que pedimos está basado en los méritos y la obra de reconciliación de Cristo;
si hemos confesado todo pecado conocido; y si creemos firmemente en que Él hará
lo que ha dicho. Por tanto, no debemos dudar; nuestro Padre quiere que estemos
seguros de que Él cumplirá sus promesas, y que responderá para nuestro bien. Él
se deleita en dar regalos a sus hijos (Mt 7.11).
Dios
responde nuestras peticiones cuando están en armonía con su plan. Y sabemos que
Él no actuará de una manera que no sea acorde con su carácter. Así que, al
escudriñar la Biblia podemos descubrir si nuestros deseos están de acuerdo con
la naturaleza y los propósitos de Dios. También podemos aprender de quienes
tuvieron un dilema similar: de Eliseo, quien llegó al agotamiento y cayó en la
desesperación; de Rut y Noemí, unas viudas pobres que necesitaron la ayuda del
Señor; o de David, cuya vida estuvo en peligro. Sus interacciones con Dios —y
las maneras como Él respondió— nos dirán cómo podemos hablar con nuestro Padre
celestial de nuestras dificultades. Y podemos estar seguros de que el Espíritu
Santo nos ayudará (Ro 8.26).
Dios es el
único que conoce las acciones ideales que habremos de tomar, y el momento
adecuado para hacerlo. Pero Él nos invita a pedir con fe, y a seguir pidiendo
(Mt 7.7).
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