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CORINTIOS 9.24-27 | Dios se interesa mucho por el cuerpo físico que Él ha dado
a sus hijos. Revisemos algunas maneras sencillas de cuidar de nuestros cuerpos.
Primero,
preste mucha atención a lo que come. Su cuerpo utilizará como combustible todo
lo que le dé —ya sea bueno malo. La decisión en cuanto a qué clase de
combustible consumirá es solamente suya. Cuando usted llena su cuerpo de cosas
malas, está limitando su eficiencia, su energía y su potencial en general.
Segundo, el
ejercicio es vital para tener un cuerpo saludable. Usted pudiera decir: “Bueno,
yo no puedo hacer eso”. Sí, sí puede; es cuestión de disciplina. Puede ser que
no le guste el ejercicio, pero su cuerpo lo necesita. Si lo único que puede
hacer es caminar, ¡entonces camine!
Tercero, la
prudencia en cuanto a la salud exige que usted examine su actitud. ¿Cuál es su
perspectiva en cuanto a usted, a su vida y a las demás personas? Una actitud
positiva afecta al cuerpo librándolo del estrés.
Por último,
pasar tiempo en oración y el estudio de la Biblia repercute en el bienestar
físico. Usted fue creado para relacionarse con Dios; por tanto, participar
activamente en esta relación y reorientar su mente y su espíritu hacia Él,
puede tener efectos beneficiosos en el cuerpo que Él creó para usted.
Muchas
personas tratan de separar la vida espiritual de la física, pero este no fue el
propósito de Dios. Si usted cree en realidad que su cuerpo es templo del
Espíritu Santo (1 Co 6.19, 20), debe entonces darse cuenta de que dejar de
ocuparse de la salud es un problema tanto físico como espiritual.
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