LEA: Hechos
1:1-9 | Cuando era joven, presencié un accidente automovilístico. Fue una
experiencia tremenda, agravada por una serie de complicaciones. Como fui el
único testigo del incidente, pasé los meses siguientes contándole a una serie
de abogados y de agentes de seguros lo que había visto. No esperaban que
explicara los daños físicos ni los detalles de las heridas de las personas
involucradas; solo me pedían que relatara lo que había presenciado.
Como
seguidores de Jesús, somos llamados a dar testimonio de lo que Jesucristo ha
hecho en y por nosotros. Para guiar personas a Cristo, no es necesario ser
capaces de explicar cada cuestión teológica ni de responder todas las
preguntas. Lo que debemos hacer es hablar del cambio que hemos experimentado en
nuestra vida por la obra de la cruz y la resurrección del Salvador. Mejor aun,
no tenemos que depender de nosotros solos para hacerlo, ya que Jesús dijo:
«pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y
me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último
de la tierra» (Hechos 1:8).
En la
medida en que dependemos del poder del Espíritu, somos capaces de indicarle a
un mundo que sufre el camino hacia el Cristo redentor. Con su ayuda, ¡podemos
testificar del poder transformador de su presencia en nuestra vida!
Nuestro
testimonio es la prueba de lo que Dios ha hecho por nosotros.
(Nuestro
Pan Diario)
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