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GÁLATAS 5.16, 17 | Solo porque algo sea normal o “muy común”, no significa que
sea correcto o beneficioso para nosotros. De hecho, obstaculizamos los planes
de Dios para nuestra vida cuando ponemos la mente en las cosas, actitudes,
ideas y hábitos pecaminosos, o incluso aspiraciones comunes como el dinero, el
sexo, la fama y el poder. La razón es que el hombre natural no percibe las
cosas de Dios (1 Co 2.14).
Observe que
no hay nada malo en comer, pero la Biblia cataloga a la glotonería como
pecaminosa (Pr 23.20, 21). Tampoco hay nada inmoral en la intimidad sexual
cuando se practica dentro de los parámetros del matrimonio dados por Dios.
Mientras nuestros deseos estén sometidos a la dirección del Espíritu Santo,
nuestra relación con Dios puede continuar armoniosamente. Pero cuando los
anhelos se desenfrenan, nuestra comunicación con el Señor se obstruye.
Para dar al
Espíritu Santo el control de nuestra vida, debemos estar convencidos de que no
podemos vivir rectamente con nuestras propias fuerzas. La mayoría de nosotros
no se da cuenta de que vivir de una manera agradable a Dios requiere que
luchemos y que entreguemos a Él todo nuestro ser —mente, voluntad, emociones y
conciencia.
Pídale a
Dios que le revele sus áreas de debilidad, y luego dele cada fragilidad cuando
ésta se revele. Pero esto hay que hacerlo, no una sola vez, sino todos los
días. Cada mañana, cuando despierte, es sabio que le diga al Señor: “Padre, hoy
soy totalmente tuyo. No puedo vivir en santidad por mí mismo, pero te pido que
Tú vivas la vida cristiana en mí”.
(En
Contacto)
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