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"La época en que los estrategas de EE.UU. creían que podían dirigir el
mundo ha llegado a su fin", insiste Andranik Migranyan, director del
Instituto de Democracia de Nueva York.
"Cuando la Unión Soviética colapsó,
EE.UU. se alzó como la superpotencia hegemónica. Parecía que el país había
resuelto todos sus problemas. El mundo lo envidiaba. Pero las cosas han
cambiado. La historia ha vuelto para vengarse", escribe Migranyan en su
artículo 'El mito del excepcionalismo estadounidense' en la revista 'The
National Interest'.
Los
estadounidenses se consideran a sí mismos una nación excepcional desde hace
siglos y solo ahora empiezan a darse cuenta de las dificultades que tienen,
subraya el politólogo. El término 'excepcionalismo estadounidense' fue acuñado
por el historiados francés Alexis de Tocqueville en su obra 'La democracia en
América' (1835-1840). A partir de los años 20 del siglo pasado el término
empieza a utilizarse ampliamente. El currículo de las universidades del país
incluye un curso titulado 'El excepcionalismo estadounidense', la asignatura
llamada 'El excepcionalismo estadounidense y los derechos humanos' forma parte
también del Yale World Fellows Program, un programa de la Universidad de Yale
que tiene como objetivo formar una red de nuevos líderes globales emergentes:
en él cada año participan unas 18 personas seleccionadas entre jóvenes
profesionales de todo el planeta.
El mito
presenta a EE.UU. como una tierra prometida que da a los ciudadanos una
oportunidad sin precedentes para conseguir la prosperidad y la libertad personal.
Por otra parte, la nación estadounidense tiene una misión de liderazgo mundial
que consiste en ilustrar al resto del planeta y difundir los valores y las
instituciones de la democracia. Los problemas llegan cuando los mitos "se
enfrentan con la realidad oscura", acentúa Migranyan. "Es muy
peligroso cuando los políticos y la sociedad no se percatan de que la brecha
entre la ideología y la realidad se está transformando en un profundo
precipicio", comenta.
A pesar de
su deuda colosal y de sus acentuados problemas sociales, EE.UU. sigue siendo un
centro clave de la influencia económica mundial. El país sigue cultivando la
idea de su 'excepcionalismo', pero está perdiendo los elementos de este
'excepcionalismo' uno tras otro, insiste el analista. Uno de los postulados
principales –la importancia del trabajo individual como herramienta para lograr
la prosperidad personal y colectiva- cae en el olvido: actualmente como mínimo
un 35% de la población está inactiva y vive de los subsidios estatales. Hay
políticos conservadores que insisten en que esta situación convirtió a EE.UU.
en un país 'niñera' e hizo que los estadounidenses perdieran su estilo de vida.
En cuanto
al otro fundamento del 'sueño estadounidense' –la idea de que cualquier persona
puede escalar infinitamente en la escala social independientemente de su
origen, religión o nivel económico familiar–, cabe decir que el índice de la
movilidad vertical en EE.UU. es uno de los más bajos entre los países
desarrollados. Según el Centro de Investigación Pew, en EE.UU. los ingresos y
la educación de los padres resultan más determinantes para la situación social
del individuo que en Canadá o en Europa septentrional u occidental.
El
postulado de que la sociedad estadounidense casi no está dividida en clases
tampoco se corresponde con la realidad, insiste Migranyan. Desde los años 70
del siglo XX la clase media está disminuyendo, mientras que el número de pobres
aumentó en 15 millones de personas en lo que va del siglo XXI. El 80% de los
estadounidenses admiten que han estado desempleados más de un año, que se
encuentran al borde de la pobreza o que han dependido de la asistencia social
en algún momento de su vida, según las encuestas. Al mismo tiempo, por primera
vez en la historia del país los ricos (un 1% de la población) tienen en sus
manos el 19,3% del total de los ingresos familiares.
Hace tiempo
el sistema político de EE.UU. fue un patrón que muchos países intentaron
copiar. Hoy en día, la Constitución del país, un orgullo nacional y otra base
de su mito sobre el 'excepcionalismo', se está quedando anticuada. Debido al
sistema de división de los poderes y de controles y contrapesos estipulado por
la Constitución, el Gobierno de EE.UU. paró sus actividades y todavía no ha
podido reanudarlas. Un 'default' que puede enterrar tanto la economía del país
como la de todo el mundo en cuestión de días.
En cuanto a
la política exterior del país, tampoco resultó eficaz, concluye Migranyan. Tras
iniciar prolongadas y dolorosas campañas en Irak y Afganistán, Washington se
retira de los dos países sin conseguir objetivos importantes ni estabilidad.
Junto con Francia e Italia, EE.UU. intervino en Libia y eliminó el poder
estatal del país como tal. Como resultado, nadie tiene ni idea de qué va a
suceder ahora en Libia. La Casa Blanca no sabe qué hacer con un Egipto
desestabilizado con su apoyo, y se ve sumergida en el conflicto sirio.
"Empezó una nueva era en la que EE.UU. debe aprender a negociar con sus
socios y aliados teniendo en cuenta sus intereses, y crear coaliciones para
resolver problemas urgentes que ni siquiera un país influyente como EE.UU.
puede solucionar en solitario", opina el analista.
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