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Corintios 15:50-58 | A la larga, todo en este mundo llega a su fin, lo cual
puede ser a veces frustrante. Es lo que sientes cuando lees un libro tan bueno
que no quieres que termine. O cuando ves una película que deseas que continúe
un rato más.
Pero todas
las cosas, buenas y malas, llegan a la parte del «Fin». De hecho, la vida misma
finalmente se termina… a veces, antes de lo esperado. Todos los que hemos
estado junto al féretro de un ser querido conocemos el doloroso vacío de un
corazón que desea que eso no hubiera sucedido.
Gracias a
Dios, Jesús entró en el campo de batalla de las frustraciones fatales y,
mediante su muerte y resurrección, nos da esperanza. En Él, el «fin» es el
preludio a una eternidad sin muerte, y palabras tales como «se terminó» son
reemplazadas por un «para siempre» lleno de gozo. Como nuestro cuerpo no es
eterno, Pablo nos asegura que «todos seremos transformados» (1 Corintios 15:51)
y nos recuerda que, por la obra triunfante de Cristo, podemos declarar con
confianza: «¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?» (v. 55).
Por eso, no
dejes que tu corazón se angustie. Nuestro dolor es real, pero podemos abundar
en gratitud porque Dios «nos da la victoria por medio de nuestro Señor
Jesucristo» (v. 57).
En Cristo,
el final es solo el principio.
(Nuestro
Pan Diario)
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