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Romanos 5:6-11 |En una novela de Jonathan Safran Foer, uno de los personajes
hablaba del edificio Empire State en Nueva York, y dijo: «Conozco este edificio
porque lo amo».
Esa
declaración me hizo pensar en la relación entre el amor y el conocimiento. Cuando
amamos algo, queremos saber todo sobre ese objeto. Si amamos un lugar, deseamos
explorar cada centímetro. Cuando amamos a una persona, queremos saber todos los
detalles de su vida: qué le gusta, en qué ocupa su tiempo, dónde creció,
quiénes son sus amigos, en qué cree. La lista es interminable. Sin embargo,
algunos queremos que los demás nos amen sin permitir que nos conozcan. Tenemos
miedo de que, si nos conocen realmente, no querrán amarnos.
No debemos
preocuparnos de esto en lo que respecta a Dios. Su amor es ilimitadamente
superior al nuestro: «Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo
aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Romanos 5:8). Y es más, Él mismo se
nos da a conocer. A través de la creación, de las Escrituras y de Jesucristo,
Dios revela su carácter y su amor. Como nos ama a pesar de nuestras
imperfecciones, podemos confesarle nuestras faltas confiadamente. Con Dios, no
es necesario temer que se sepa cómo somos. Por esta razón, conocer a
Dios es amarlo.
No hay
mayor gozo que saber que Dios nos ama.
(Nuestro
Pan Diario)
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