Leer | 2
CORINTIOS 1.20 | Las promesas de Dios manifiestan su intención de derramar
bendiciones. Ellas entran dentro de varias categorías, y entender la diferencia
nos ayudará a saber cómo apropiarnos de las bendiciones que nuestro Padre tiene
reservadas para nosotros.
Algunas promesas
bíblicas son de carácter general, pero otras son específicas. Esto significa
que ciertas promesas tuvieron que ver con una persona, un tiempo o un propósito
específicos, y por eso no pueden aplicarse a nosotros. Por ejemplo, Génesis
18.10 anunció un hijo a Sara. Nosotros no podemos asumir que Dios hará lo mismo
por nosotros. Él puede, sin duda, utilizar ese pasaje para inculcar en nosotros
su deseo de bendecirnos de esa manera. Pero debemos evitar tomar las promesas
al azar, esperando que ellas se cumplan en nosotros, sea como sea.
La Biblia
contiene muchas promesas incondicionales, garantías cuyo cumplimiento no
requiere nada de nuestra parte. Por ejemplo, Dios ha dicho que Él llevará
nuestras cargas cada día (Sal 55.22), que nunca nos desamparará ni dejará (He
13.5), y que vendrá otra vez (Jn 14.3). También encontramos muchas promesas
condicionales que son garantías con la estipulación: “si… entonces” (Pr 3.5, 6;
1 Jn 1.9).
Dios se
deleita en satisfacer las necesidades y los deseos de sus hijos. Pero también
le promete a los no creyentes que al
pedir perdón de sus pecados y recibir al Señor Jesús como Salvador personal,
serán salvos (Jn 3.16). ¿Ha respondido usted a esa promesa? Si no lo ha hecho,
no espere más tiempo. Después de aceptar a Cristo, hay muchas más promesas
divinas esperando por usted.
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