Leer | JUAN
14.9-14 | Jesús habló muchas veces del papel de la oración en favor del
creyente y de la iglesia. Él garantizó su presencia cuando dos o más se
reunieran para orar. También prometió actuar cada vez que los creyentes se
dirigieran a Dios con la autoridad del nombre de Cristo. Jesús enseñó que Dios
debe ser el centro de nuestras peticiones, y demostró con su ejemplo que la
base para el ministerio es la comunión con el Padre. Si queremos que Dios
derrame su poder en una situación, es importante que hagamos dos cosas:
Primero,
debemos depender únicamente de los méritos y la mediación de Jesús. Nuestra
vida como hijos de Dios comenzó cuando reconocimos nuestro pecado y aceptamos
la muerte expiatoria de Cristo por nosotros (Ro 5.6). Él actuó como nuestro
mediador y nos reconcilió con el Padre (1 Ti 2.5). Si queremos que Dios haga
cosas poderosas en y a través de nosotros, tenemos que seguir en ese mismo
espíritu de dependencia de Cristo (Gá 2.20).
Segundo,
debemos apartarnos de todo pecado. Cuando el Salvador pagó en la cruz nuestro
castigo, el poder del pecado sobre nosotros fue destruido. Sin embargo, su
presencia sigue en este mundo, y también en nosotros. El chisme, la
holgazanería, la gula y la egolatría siguen siendo comunes. El remedio para
todo pecado es confesarlo a Dios, apartarse de esa actitud o conducta, y
recibir el perdón y la limpieza del Señor (1 Jn 1.9). Él utiliza vasos que
estén limpios.
Si queremos
pedir cosas grandes a Dios, tenemos que venir a Él con manos y corazones
limpios; es decir, basándonos solamente en los méritos de su Hijo Jesucristo.
(En
Contacto)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.