LEA: Salmo
96 | Me encanta un video de YouTube, donde un grupo de personas en el patio de
comidas de un centro comercial y en medio de sus rutinas fue repentinamente
interrumpido por alguien que empezó a cantar el Aleluya de Händel.
Para
sorpresa de todos, alguien se puso de pie y se unió al canto, y después otro y
otro más. Al poco tiempo, el lugar resonaba con los inolvidables acordes de
esta obra maestra de la música.
Una empresa
local de ópera había ubicado a sus cantantes en lugares estratégicos, para que
pudieran interpolar con gozo la gloria de Dios en la vida diaria de los
compradores.
Cada vez
que miro el video, se me caen las lágrimas. Me recuerda que somos
específicamente llamados a glorificar al Señor en la cotidianidad de nuestro
mundo mediante los bellos acordes de una vida de semejanza a Él. Lo hacemos al
incorporar intencionalmente la gracia de Dios en una situación para que alguien
que no lo merece tenga una segunda oportunidad, al compartir el amor de Cristo
con algún necesitado, al ser las manos de Jesús para levantar a un amigo
agotado o apaciguar una situación caótica y confusa.
El salmista
nos recuerda que tenemos el privilegio sublime y santo de declarar «entre las
naciones su gloria, en todos los pueblos sus maravillas» (Salmo 96:3).
¡Sorprende
al mundo reflejando a través de ti las maravillas de Cristo!
(Nuestro
Pan Diario)
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