LEA: Salmo
27 | Con tantas formas actuales de comunicación instantánea, nuestra
impaciencia por recibir una respuesta de los demás es a veces ridícula.
¡Alguien que conozco le mandó un correo electrónico a su esposa y después la
llamó por teléfono porque no podía esperar que le contestara!
En
ocasiones, nos parece que Dios nos ha abandonado porque no responde
inmediatamente a una oración. A menudo, nuestra actitud se convierte en algo
así: «Respóndeme pronto, oh Señor, porque desmaya mi espíritu…» (Salmo 143:7).
Sin
embargo, esperar que el Señor obre puede transformarnos en personas de una fe
creciente. David pasó muchos años esperando ser coronado rey y huyendo de la
ira de Saúl. Escribió: «Aguarda al Señor; esfuérzate, y aliéntese tu corazón;
sí, espera al Señor» (Salmo 27:14). Y en otro salmo nos alienta con estas
palabras: «Pacientemente esperé al Señor, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor.
[…] Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos» (40:1-2). Mientras esperaba
en el Señor, David se convirtió en un «varón conforme [al] corazón [de Dios]»
(Hechos 13:22; ver 1 Samuel 13:14).
Cuando nos
frustramos con el aparente retraso de Dios para responder nuestra oración, es
bueno recordar que Él desea desarrollar en nuestro carácter las cualidades de
la fe y la perseverancia (Santiago 1:2-4). ¡Espera en el Señor!
Dios
extiende su paciencia para agrandar nuestra alma.
(Nuestro
Pan Diario)
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