Religión en Libertad | En
todo el mundo, crecen las evidencias sociológicas de que el vivir
juntos sin casarse debilita la institución matrimonial, incluso más que
el divorcio, y que eso daña a las personas, sean adultos o niños.
La tendencia a que baje la nupcialidad crece más y más. Hay miedo a casarse, miedo al divorcio y miedo a comprometerse.
Por ejemplo, en
España, entre 2001 y 2004 se producían en España 5 matrimonios por cada
mil habitantes (la llamada tasa bruta de nupcialidad). En 2005 cambió
brutalmente la legislación sobre el matrimonio, al introducirse un
cóctel único en Europa de "divorcio exprés" con "matrimonio del mismo
sexo".
Desde ese año, la
tasa bruta de nupcialidad bajó de forma constante: 4,7 en 2005; 4,6 al
año siguiente; 4,5 un año después; 4,2 en 2008; 3,8 en 2009; 3,6 en
2010. Después, apenas un leve repunte. Es una bajada muchísimo más
acusada que la de Francia o Italia en la misma época, que no modificaron
sus leyes.
Pocas bodas, pocos hijos
La baja nupcialidad
influye en la baja natalidad: la gente quiere estabilidad antes de tener
hijos. Y esta estabilidad tarda hoy muchos años en llegar.
La tasa de
fecundidad en España bajó en 2011 una vez más: de 1,46 hijos por mujer a
los 1,35 (datos provisionales del INE en verano de 2012). Está muy
lejos de la necesaria tasa de repoblación de 2,1 hijos por mujer. Apenas
había en España 10,2 nacimientos cada mil habitantes... y desde 1986
nunca se han superado los 11,4.
España ya pierde población...
Más aún, en 2013 se
anunció que por primera vez desde la Guerra Civil, España estaba
perdiendo población (inmigrantes que vuelven a su país, españoles que
emigran, población envejecida que muere y, simplemente, niños que no
nacen... unos 120.000 de ellos por el aborto provocado).
En España, las
mujeres tienen su primer hijo a los 31,43 años... (si excluimos a las
madres extranjeras es peor: las madres españolas dan a luz por primera
vez a los 32 años). Muchas veces no llegará el segundo hijo. Se prepara
una generación de niños únicos, que no saben lo que es tener un hermano,
y con padres bastante mayores.
Cohabitar sin casarse: ¿qué dice la ciencia?
¿Da lo mismo criarse en un hogar de padre y madre casados que en uno en que meramente conviven?
¿Es lo mismo para una mujer vivir con su marido que con "su pareja"? ¿Y para un hombre?
Los estudios sociológicos (por ejemplo, los recogidos en ForumLibertas de FamilyFacts) demuestran que:
- Las madres casadas tienden a crear un mejor ambiente doméstico para sus hijos
- Las madres casadas tienen menos riesgo de sufrir abusos y violencia
- Los padres casados tienen mayor bienestar psicológico
- Los niños criados
en familias intactas tienen, como media, mejores resultados académicos,
más salud emocional y menos problemas de comportamiento.
- Los padres de familias intactas pasan, como media, más tiempo con sus hijos
- Los adolescentes de familias intactas tienen menos riesgo de implicarse en sexo prematuro
- Los niños criados
en familias intactas tienen más probabilidad de tener relaciones
sentimentales más sanas y estables en la edad adulta
- Las familias intactas tienen más probabilidad de ofrecer un hogar seguro a los niños
Y cada año aparecen nuevas evidencias de cómo la sociedad se beneficia más del matrimonio que de otras "convivencias".
Separarse con niños pequeños
El ministerio de
Trabajo inglés presentó en 2012 un estudio que mostraba que 1 de cada 3
parejas que viven juntas sin casarse se separan antes de que su hijo
cumpla los 5 años. En contraste, entre las parejas casadas sólo se
separaban 1 de cada 10.
“Los niños disfrutan
de mejores resultados en sus vidas cuando los padres les apoyan y
protegen”, declaró el ministro de Trabajo a la prensa británica. Por el
contrario, como reflejan los resultados del estudio, los hijos que han
vivido el deterioro de la relación de sus padres son más propensos a
desarrollarse peor a nivel “cognitivo” y por lo general sus salidas
laborales son menos favorables. Quedarse juntos es mejor para los niños,
es la conclusión principal del estudio.
Madres solas, fábrica de pobreza
En España, como en
otros países, se ha demostrado que los hogares de madres solas son,
desgraciadamente, una fábrica de pobreza. Cuatro casos anecdóticos de
mujeres políticas del PP y algunas señoras ricas no desmienten los datos
generales, aunque distraigan de la realidad estadística.
El Instituto de la
Mujer señala que los hogares de madre sola con hijos en España se
incrementaron en casi un 47 por ciento entre 1991 y 2001 y la tendencia
es que sigan creciendo. Una investigación, dirigida por Elisabet Almeda,
profesora de sociología de la UB, incluye los datos de las bases de
datos españolas y europeas sobre familias, y la conclusión es clara: a
los hijos de madre sola les va mucho peor, y tampoco es bueno para
ellas. Pero ¿es lo mismo que convivir con un hombre? La realidad es que
esa "convivencia" (sobre todo cuando hay hijos anteriores) no interesa a
muchos hombres y son frágiles y temporales.
Quien cohabita no se divorcia... pero sufre ruptura
Un estudio de 2011
de la Cornell University (en la revista "Family Relations", diciembre
2011) mostró que dos tercios de las parejas que cohabitaban no se
casaban por miedo al divorcio y sus heridas.
Pero el caso es que
aunque la pareja que cohabita no se divorcia, sí se puede romper. De
hecho, se rompe más que la casada. Y hace el mismo daño. La ruptura daña
a la pareja y a sus hijos.
No hubo boda... el padre desaparece
En EEUU, donde la
mitad de los niños nacen fuera del matrimonio (excepto cuando las madres
han tenido educación superior), una consecuencia de la ruptura entre
cohabitadores es que el padre desaparece de la vida de los hijos casi
completamente.
Otras veces, los
niños de la pareja rota, como los hijos de divorciados, han de crecer
rápido y aprender a tratarse con semi-parientes, hermanastros y
familiares de la/s nueva/s pareja/s de mamá.
El padre importa
En la formación de
un ser humano, el padre importa, como se sabe cada vez más. Un ejemplo
reciente: un estudio del Instituto Melbourne de Investigación Social y
Económica Aplicada (Universidad de Melbourne) de 2011 demuestra que los
chicos criados sin padre son más proclives a delinquir que sus iguales
socioeconómicos con padre en casa o asiduamente presente.
Lo que dicen los estudios
La sociología y los
estudios demuestran con numerosos indicios que cohabitar es malo para
los adultos y para sus hijos. Así, está registrado (ForumLibertas lo
detalla aquí) que:
- Son relaciones
inestables: pasados tres años de cohabitación, sólo una de cada seis
parejas siguen juntas; sólo una de cada diez sobrevive 5 ó más años.
- Cohabitar aumenta el riesgo de divorcio si al final se casan (entre un 26 y 65% más, según el estudio)
- Cohabitar carga más sufrimiento sobre la mujer y con poco apoyo legal
- Cohabitar va relacionado con más riesgo de enfermedades sexuales
- Cohabitar implica un mayor riesgo de abuso de drogas y alcohol
- Cohabitar multiplica por tres el riesgo de depresión, comparado con casarse
- Cohabitar aumenta la pobreza de los niños (hasta 5 veces más pobreza que en hogares casados)
- Cohabitar perjudica a la conducta y emotividad de los hijos (puede multiplicar por 6 los problemas emocionales)
- Cohabitar tiene
relación con un aumento del crimen juvenil (tres de cada cuatro niños
implicados en actividades criminales vivían en hogares en cohabitación
- Cohabitar aumenta
el riesgo de maltrato sexual a los niños: riesgo 33 veces mayor cuando
la madre cohabita con un hombre que no es el padre biológico de los
niños
- Ser mujer que cohabita es multiplicar por 3 (respecto a las casadas) el riesgo de sufrir agresiones físicas
- Cohabitar además multiplica por 9 (con respecto a las casadas) el riesgo de que la mujer sea asesinada.
¿Predican las iglesias sobre la cohabitación?
Con todos estos
datos sobre la mesa, Michael J. McManus, presidente de la asociación
Marriage Savers, planteaba recientemente: "¿alguna vez ha escuchado
usted un sermón u homilía oponiéndose a la cohabitación? Apuesto que no.
He preguntado a cientos de pastores en diferentes ciudades si alguna
vez han predicado sobre este tema, y solo uno de cada cincuenta levanta
la mano".
¿Y los poderes
públicos? En enero de 2012, el presidente del Foro Español de la
Familia, Benigno Blanco, enumeraba las consecuencias de que el
matrimonio (que en España es, decía, "algo de validez sólo por tres
meses, entre cualesquiera dos adultos, no se sabe bien para qué") no
atraiga a los jóvenes.
“Mientras el Estado
no proteja el enlace matrimonial como un compromiso estable, duradero en
el tiempo y abierto a la vida, seguirá cayendo la tasa de nupcialidad,
se incrementará el número de divorcios -cada vez más tempranos-, habrá
declive demográfico, inviabilidad de los sistemas públicos de pensiones,
jóvenes que no se socializan correctamente por encontrarse fuera de su
hábitat natural como es la familia, empobrecimiento femenino como
consecuencia del divorcio, falta de atención a las personas
dependientes, etc. ”, advirtió el presidente del Foro Español de la
Familia.
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