LEA: Salmo
34:1-10 | Durante nuestras vacaciones en Alaska, vi
gran parte del panorama a través de las ventanillas de vehículos en movimiento.
Estaba agradecida por los vidrios que me permitían ver la belleza y mantenerme
seca y abrigada. Pero las ventanillas también representaban un desafío: cuando
llovía, las gotas por fuera obstaculizaban la visión, y cuando cambiaba la
temperatura, se empañaban por dentro.
Esos
desafíos me ayudaron a entender por qué no podemos ver la vida como Dios la
diseñó. El pecado oscurece la belleza que el Señor quiere que disfrutemos. A
veces, el pecado está adentro: nuestro egoísmo nos empaña la visión, y hace que
nos consideremos más importantes de lo que somos y olvidemos los intereses de
los demás. Otras veces, ese pecado está afuera: las injusticias de otros nos
hacen llorar desconsolados y las lágrimas nos impiden ver la bondad del Señor.
Venga de donde venga, el pecado no nos permite observar cuán maravillosa y
gloriosamente diseñó Dios la vida.
Aunque
«ahora vemos todo de manera imperfecta, como reflejos desconcertantes» (1
Corintios 13:12 ntv), percibimos lo suficiente como para saber que Dios es
bueno (Salmo 34:8). Las muchas cosas extraordinarias que Él ha revelado nos
ayudarán a dejar el pecado y actuar para reducir sus consecuencias en el mundo.
La única
manera de ver la vida claramente es enfocándonos en Cristo.
(Nuestro
Pan Diario)
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