LEA: 2 Corintios 1:3-7 | Con
los años, he visto que aquellos que sufren están prontos para consolar a otros
en la misma condición. Cuando una pareja joven pierde un hijo, otra que ha
experimentado lo mismo pregunta si puede ayudar. Si pierde su principal fuente
de ingresos, casi de inmediato otra pareja se ofrece para auxiliarlos, ya que
recuerdan lo que atravesaron años antes.
Una y otra vez, vemos que los miembros del cuerpo de Cristo
se sostienen y animan mutuamente. Estos creyentes han aprendido que pueden
utilizar sus propias pruebas para alcanzar a otros que atraviesan dificultades
similares.
¿Has estado enfermo? ¿Perdiste a un ser amado? ¿Estuviste
preso? ¿Te trataron mal? En todas nuestras pruebas e incluso de los momentos
más oscuros, Dios promete sacar algo bueno (Santiago 1:2-4). Esto ocurre
especialmente cuando compartimos con aquellos que ahora atraviesan pruebas el
consuelo que Él nos brindó.
Como señala Pablo en 2 Corintios 1:3-7, somos consolados por
un Salvador que conoce nuestras angustias y a quien honramos cuando
transmitimos su consuelo para tranquilizar a otros.
Nunca dejemos que otra persona sufra sola. Si conocemos el
sendero que otro está atravesando, Dios nos ayudará a guiarlo a su presencia:
el consuelo más seguro de todos.
Dios nos consuela para que podamos consolar a otros.
(Nuestro Pna Diario)
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