Las familias están atravesando
en el mundo por una profunda crisis. Lo grave es que naciones históricamente
identificadas como cristianas, y nos referimos a los Estados Unidos, están a la
par de países como España, Francia, Alemania y Japón donde el cristianismo no
constituye mayoría entre su población. Algo está pasando.
Los cimientos han sido socavados y el desmoronamiento en
la relación de pareja y en el esquema de comunicación padres-hijos, sigue
enfrentando un peligroso distanciamiento. El panorama es aún mas preocupante en
América Latina donde prevalece el machismo y el respeto a la mujer brilla—en la
mayoría de los países—por su ausencia.
Enemigos de la familia
El deterioro en la relación
familiar no es algo que se produce de la noche a la mañana. Obedece como tal, a
un proceso, en el que generalmente no apreciamos grandes cambios hasta que
llega el momento en el que la proximidad de una espiral sin fondo, un abismo
muy profundo, nos envía señales inequívocas y en muchos casos, puede ser tarde.
¿Cuáles son los principales enemigos de la relación
familiar? Permítanme relacionarle algunos: el trabajo, el egoísmo, las muchas
ocupaciones en la Iglesia, perseguir nuestras propias metas y no las que
benefician a la familia, buscar sólo la satisfacción propia, el fútbol, la lectura
del diario o de libros de manera compulsiva, chatear por teléfono, pasar
demasiado tiempo ante el computador y, por supuesto, ver demasiada televisión.
¿Vive usted alguna de estas situaciones? Pues tome nota,
porque afectan su relación en el hogar y minan la intimidad emocional que debe
alimentarse diariamente con su cónyuge y sus hijos.
Los autores, reconocidos mundialmente por su dedicación a
salvar a las familias americanas, escriben: “Para
mantener algo fresco, vivo y en buen orden, hacen falta cuidado, mantenimiento
y, algunas veces, restauración. El matrimonio no escapa a esta regla. A menos
que se mantenga fresco y se nutra, se desvanecerá como una vieja fotografía. El
matrimonio es una relación dinámica de amor entre un hombre y una mujer, y cada
instante esa relación se hará una profunda y rica o se estanca y decae. Y todos
los matrimonios deteriorados señalan al meno un camino oscuro y solitario que
puede terminar en divorcio.”(Gary y Barbara Rosberg. “Matrimonio a prueba de
divorcio”. Editorial Unilit. EE.UU. 2004. Pg. 17, 18)
Si nos vamos desconectando de la familia, todos los
componentes terminan por acostumbrarse a ese distanciamiento. La falta de
alimentar la relación rendirá sus frutos, representados en la crisis en el
hogar. De ahí que encontremos esposos y esposa resentidos, que no quieren
seguir intentándolo, e hijos rebeldes, que quieren abrirse paso en la vida por
sus propias fuerzas y métodos.
Señales que hay una “crisis” en marcha
La crisis en la familia se
pone de manifiesto con continuas discusiones, indiferencia los unos por los
otros, rabia recíproca, sentimientos de odio de padres a hijos y viceversa o
entre los componentes de la pareja, respuestas groseras ante la más mínima
provocación, entre otras.
Estas señales deben prender nuestra alerta. Recuerde que la crisis se pone de manifiesto en la relación
conyugal y con los hijos. ¿La razón? Quizá les hemos herido y sus reacciones
hoy, son el fruto de lo que sembramos.
Es cierto, hay una enorme distancia entre la familia soñada y la familia real. En una cultura como la nuestra, todos los hogares
están expuestos a peligros, y más nuestros hijos. Poco a poco, si los problemas
no se resuelven, lo más probable es que pensemos en el divorcio, palabra que
dicho sea de paso, deberíamos borrar de nuestro vocabulario.
Precisamente el autor y conferencista, Gary Rosberg, hizo
un alto en el camino y reconoció que había dedicado su tiempo al estudio,
descuidando a la familia: “Mi vida estuvo
fuera de control, la gente de mi familia funcionaba con un piloto automático y tenía delante de
mí un largo camino si deseaba ganarla de nuevo. En aquel momento no sabía cómo
Dios sanaría el dolor en nuestros corazones. Sólo sabía que había llegado al
final de mí mismo, y que lo necesitaba como nunca antes.” (Gary y Barbara
Rosberg. “Matrimonio a prueba de divorcio”. Editorial Unilit. EE.UU. 2004. Pg. 19)
Vendrán altibajos, pero se pueden superar. Basta que le
demos a Dios el lugar que le corresponde, y dispongamos nuestro corazón para
que haya arreglo. Haga un alto en el camino…
El amor, la
tabla de salvación en la familia
Si Dios ocupa, como debe ser, el primer lugar en
nuestra familia, aseguramos que esa relación no se desmoronará fácilmente. Pero
a ese elemento esencial, debemos sumarle el amor, que hoy por hoy es la tabla
de salvación para la familia. Recibir e interiorizar el amor de Dios en
nuestras vidas y transferir ese amor a la familia. Esa es la clave.
La
mejor descripción del amor, la encontramos en la carta del apóstol Pablo a los
Romanos, versículos del 8 al 14. Allí nos describe de qué manera el amor permea
la forma de pensar y de actuar, en el cristiano y en quienes asumen el
compromiso de traer transformación en su hogar.
a. Amar a
nuestra familia, una obligación
Estamos obligados a amar a nuestra familia. No es sólo
porque se trate de nuestro cónyuge y los hijos, sino porque son nuestro
prójimo. Amarlos por encima de todas las cosas que puedan comprometer nuestros
esfuerzos. Recordemos que el esquema es: amor
a Dios, en primer lugar, y amor a
nuestra familia, en segunda instancia.
El
apóstol Pablo dejó muy claro este principio cuando escribió: “No deban nada a nadie, excepto el
deber de amarse unos a otros. Si aman a su prójimo, cumplen con las exigencias
de la ley de Dios. Pues los
mandamientos dicen: «No cometas adulterio. No mates. No robes. No codicies».
Estos y otros mandamientos semejantes se resumen en uno solo: «Ama a tu prójimo
como a ti mismo»”(Romanos 12:8, 9. Nueva Traducción Viviente)
El
amor que le neguemos a la familia, pone de manifiesto que nuestro amor a Dios
no es perfecto. Es necesario revisar este aspecto en nuestra vida.
b. El amor
tiene unas características especiales
Amar a la familia está íntimamente ligado a dar lo
mejor de nosotros, perdonarles, procurar lo mejor de lo mejor para nuestro
cónyuge y los hijos, darles lo que esté a nuestro alcance sin ningún tipo de
miramiento ni egoísmo, perseverar si
hay crisis al interior del hogar y, ante todo, someter la familia a Dios.
El
apóstol Pablo escribió: “El amor no hace mal a otros, por eso el
amor cumple con las exigencias de la ley de Dios. Esto es aún más urgente, porque
ustedes saben que es muy tarde; el tiempo se acaba. Despierten, porque nuestra
salvación ahora está más cerca que cuando recién creímos. ”(Romanos 12:10, 11. Nueva Traducción
Viviente)
El
testimonio cristiano se ve engalanado con un buen trato a nuestra familia. Es
en ese espacio, la familia, donde probamos si somos realmente hombres y mujeres
que seguimos fielmente al Señor Jesús.
c. Cambiar, un
distintivo del compromiso cristiano
Es posible que en nuestra vida hayamos cometido
errores con la familia. Lo importante es que ahora, en nuestra condición de
cristianos, sigamos en la misma actitud. Si hacemos un alto en el camino,
identificamos errores y nos disponemos a recuperar nuestro hogar, contaremos
con la ayuda de Dios.
El
apóstol Pablo escribió: “La noche ya
casi llega a su fin; el día de la salvación amanecerá pronto. Por eso, dejen de
lado sus actos oscuros como si se quitaran ropa sucia, y pónganse la armadura
resplandeciente de la vida recta.
Ya que nosotros pertenecemos al día, vivamos con decencia a la vista de todos.
No participen en la oscuridad de las fiestas desenfrenadas y de las
borracheras, ni vivan en promiscuidad sexual e inmoralidad, ni se metan en
peleas, ni tengan envidia. Más
bien, vístanse con la presencia del Señor Jesucristo. Y no se permitan pensar
en formas de complacer los malos deseos.”(Romanos 12:12-14. Nueva Traducción
Viviente)
En la
familia debemos enfocar nuestros esfuerzos. Pedir a Dios la sabiduría y
fortaleza para cambiar, darles un trato adecuado y encontrar realización en el
espacio del hogar, constituyen pasos sólidos hacia nuestro verdadero
crecimiento cristiano.
Por Fernando Alexis Jiménez ; Estudios Bíblicos
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