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ROMANOS 12.1, 2 | Si las personas fueran sinceras, muchas dirían que su
cristianismo apenas se parece a la experiencia de fe que Dios ha prometido.
Luchan una y otra vez con los mismos pecados, se quejan de que Dios rara vez
responde las oraciones, y se preguntan por qué no les ha concedido los deseos
de su corazón. De cualquier forma, la mayoría de los creyentes nunca dejan de
preguntar: ¿Por qué Dios no me bendice?
La
respuesta a esa pregunta puede revolucionar nuestra vida si estamos dispuestos
a cumplir con la condición de Dios para bendecirnos. Hemos sido creados con la
capacidad de experimentar lo mejor del Señor en todos los aspectos de la vida,
pero para que eso suceda, debemos ofrecernos en sacrificio vivo. En otras
palabras, debemos separarnos del mundo y darnos a Dios para sus propósitos.
No se deje
engañar por la creencia común en cuanto a lo que debe ser un siervo. Dios no
llama a los débiles a estar sometidos a los poderosos. En realidad, los
creyentes somos las personas más libres del mundo, porque tenemos la confianza
de que nuestro Padre celestial nos dará lo mejor a cambio de nuestra entrega a
Él. Es posible que lo mejor de Dios no siempre parezca interesante al comienzo,
pero la experiencia nos enseña que Él dirige todas las cosas para nuestro
provecho (Ro 8.28).
Nunca
podemos estar satisfechos con menos de lo mejor del Señor. Evitar nuestro
sometimiento a Él dará como resultado años malgastados buscando sus
bendiciones. En cambio, nuestros corazones se llenan de paz y gozo cuando nos acercamos
a Él.
(En
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