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Corintios 15:1-21 | A veces, limpiar el altillo del abuelo tiene sus ventajas.
Una vez, un hombre descubrió unas tarjetas de béisbol de más de 100 años de
antigüedad en perfecto estado. Los tasadores las valuaron en tres millones de
dólares.
Una clave
del alto precio de esas tarjetas fue haber estado bien conservadas. Pero más
allá de eso, el verdadero valor yacía en que eran auténticas. Si hubieran sido
falsificaciones, por más que parecieran buenas, no habrían costado ni siquiera
el valor de la cartulina donde estaban impresas.
El apóstol
Pablo dijo algo similar sobre el cristianismo: nuestra fe sería completamente
inútil y falsa si la resurrección de Cristo no fuera auténtica. Su valentía y
su confianza en el plan de Dios lo llevaron a declarar: «si Cristo no resucitó,
vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe» (1 Corintios
15:14), y «si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros
pecados» (v. 17).
La fe
cristiana descansa en la autenticidad de esta historia: Jesús murió en la cruz
y resucitó. Alabado sea Dios por las pruebas fehacientes de la muerte y la
resurrección de Cristo (vv. 3-8). Son hechos auténticos, y en ellos, podemos
afirmar nuestro destino eterno y total dependencia de Dios.
Dios es el
único Dios verdadero.
(Nuestro
Pan Diario)
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