Cuando
cuestionamos el poder de la oración, lo perdemos. El diablo está tratando de
robarnos la esperanza, haciendo parecer que la oración ya no es eficaz.
Qué astuto
es Satanás, porque trata de engañarnos con mentiras y temores innecesarios. Cuando
a Jacob le trajeron la falsa noticia de que José había sido muerto, se enfermó
de desesperación, incluso a pesar de que era una mentira. José estaba vivo y
prosperando, mientras que todo el tiempo su padre estaba afligido en la
tristeza, habiendo creído la mentira.
Los temores
incrédulos roban al creyente del gozo y la confianza en Dios. Dios no escucha
todas las oraciones, Él escucha solo la oración de fe. La oración es la única
arma que tenemos contra el enemigo y debe ser utilizada con gran confianza,
pues de lo contrario no tenemos ninguna defensa contra las mentiras de Satanás.
Creemos que
Dios no nos ha escuchado, porque no vemos ninguna evidencia de respuesta. Pero
puedes tener certeza de que cuanto más tiempo una oración es postergada, tanto
más perfecta finalmente será la respuesta. Y también, cuanto más profundo el
silencio, ¡más fuerte la respuesta!
Nuestra
falta de paciencia es prueba suficiente de que no esperamos mucho de la
oración. Abandonamos el aposento secreto de oración, prontos a seguir nuestro
camino de cualquier modo, y al parecer incluso quedaríamos impactados si Dios
respondiera.
Abraham oró
por un hijo y Dios respondió. Sin embargo, ¿Cuántos años pasaron antes de que
pudiera sostener al niño en sus brazos? Cada oración fiel es oída en el momento
en que es hecha, pero Dios decide responder a Su manera y en Su propio tiempo.
Mientras tanto, Él espera que nos regocijemos en las simples promesas y nos
deleitemos en la esperanza mientras esperamos el cumplimiento. Además, Él envuelve
sus negaciones en un dulce envoltorio de amor para impedir que caigamos en la
desesperación.
“Porque os
es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios,
obtengáis la promesa.” (Hebreos 10:36).
(Blog de
David Wilkerson, fallecido)
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