LEA: 2
Corintios 3:1-3, 17-18 | Cuando mis primos y yo miramos
fotos antiguas de la familia, bromeamos sobre los rasgos físicos que hemos
heredado. En primer lugar, observamos los negativos: piernas cortas, dientes
torcidos, remolinos en el cabello.
Todos podemos identificar fácilmente en nuestros antepasados la parte
que menos nos gusta de nuestro cuerpo. Pero también heredamos rasgos del
carácter… algunos buenos y otros no tanto. Sin embargo, a estos no siempre les
prestamos mucha atención.
Según mis observaciones sin respaldo científico, la gente hace todo lo
posible para superar las imperfecciones físicas: ejercicios, dietas,
maquillajes, tinturas, cirugías estéticas. Pero los defectos del carácter, en
vez de tratar de vencerlos, tendemos a usarlos como excusas para portarnos mal.
Supongo que se debe a que es más fácil cambiar nuestra imagen. Imagina cuánto
mejor sería invertir la energía en mejorar el carácter.
Como hijos de Dios, nuestra constitución genética no nos limita, sino
que podemos entregarnos a Él y permitirle que desarrolle el potencial que tenía
en mente cuando nos creó como expresiones únicas de su amor. El poder del
Espíritu Santo y la vida del Hijo de Dios están obrando en nosotros y
conformándonos a su imagen (2 Corintios 3:18).
El Espíritu desarrolla en nosotros la clara imagen de Cristo.
(Nuestro Pan Diario)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.