LEA: 2
Timoteo 3:14-17 | El verano pasado,
nuestra iglesia invitó a un joven a unirse al equipo pastoral. Mientras Caleb
contaba que había crecido en Costa Rica cuando su familia estaba sirviendo a
Cristo allí, reflexionó en las palabras de 2 Timoteo 3:14-17 y dijo que desde
su niñez había conocido la Biblia.
Sus padres
le habían enseñado las verdades de las Escrituras para que pudiera ser «sabio
para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús» (v. 15). Reconoció que su
preparación para ser pastor había comenzado cuando todavía era un niño.
Nuestra
congregación tuvo la oportunidad de «conocer» a su familia en Costa Rica a
través de una videoconferencia por Internet. El papá de Caleb desafió a su hijo
a aplicar las palabras que Jesús dijo acerca de sí mismo en Marcos 10:45. Le
aconsejó: «Caleb, recuerda el lema de nuestra familia: “Estamos aquí para
servir, no para ser servidos”». Era fácil comprender cómo este joven había
llegado a ser maduro en la fe.
Los hijos
que Dios nos ha confiado son regalos preciosos. Hay un buen fundamento que
ayudará a cada uno de ellos a convertirse en un creyente maduro, «perfecto,
enteramente preparado para toda buena obra» (2 Timoteo 3:17). Con la ayuda de
Dios, podemos ceder el relevo de la fe a las generaciones futuras. ¡Qué gran
privilegio poder ser siervos como lo fue Jesús!
Los hijos
son joyas preciosas de Dios; ayúdalos a brillar para Cristo.
(Nuestro
Pan Diario)
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