Si usted desea sembrar una huerta
con pepinos, ¿va a la tienda y pide semillas de “cualquier cosa”?. Por supuesto
que no. Si el objetivo es obtener buenos pepinos para la ensalada, irá al
tendero y le dirá: “Véndame semillas de pepinos”. Elemental. Apenas natural.
Igual con nuestras vidas, Dios
espera que nuestra semilla—que es la del Padre celestial—rinda buenos frutos.
Si Cristo Jesús mora en nuestro corazón, es apenas previsible que una nueva
naturaleza debe reinar en nuestro ser.
La mejor ilustración la encontramos
en una parábola del Señor Jesús que refirió a sus discípulos en cierta ocasión:
“Luego Jesús les
contó la siguiente historia: «Un hombre plantó una higuera en su jardín, y
regresó varias veces para ver si había dado algún fruto, pero siempre quedaba
decepcionado. Finalmente le dijo al
jardinero: “Llevo tres años esperando, ¡y no ha producido ni un solo higo!
Córtala, solo ocupa espacio en mi jardín”.”(Lucas 13:6, 7. NTV)
¿Cómo andan sus frutos en su vida
personal y espiritual?¿Cómo es el trato con su cónyuge?¿Cómo va la relación con
los hijos?¿Cuál es la relación con sus compañeros de trabajo? Le invito para
que haga un alto en el camino. Recuerde que Dios espera que demos frutos en
todas las áreas en las que nos desenvolvemos.
Si no nos tomamos el trabajo de
hacer un alto en el camino, lo más probable es que sigamos el mismo sendero de
errores y equívocos reiterados que hasta hoy. ¡Dios desea que experimentemos
cambio y crecimiento personal y espiritual, y hoy es el día para emprender ese
camino!
Ahora, ¿hay oportunidad? Por
supuesto que sí, porque nuestro amado Dios siempre nos brinda una segunda
oportunidad. El que intercede por nosotros es el Señor Jesús, como lo describe
la parábola: “El jardinero respondió: “Señor, dale otra oportunidad. Déjala un año más, y le daré
un cuidado especial y mucho fertilizante.
Si el año próximo da higos, bien. Si no, entonces puedes
cortarla.”(Lucas 13:8, 9.NTV)
Si hace un detenido análisis de lo
que hace falta, en su vida personal, en el hogar y en la relación con otras
personas, encontrará que hay correctivos que se necesitan de manera urgente. El
cambio no es en sus fuerzas, sino en las de Dios. Él desea ayudarle en todo el
proceso. Es cierto, el Padre espera que demos frutos, pero si hay disposición
al cambio, para fructificar, él nos acompaña paso a paso. La fortaleza viene de
Él. Nos abre las puertas. ¡Hoy es el día para comenzar! Y si no ha recibido a
Jesucristo como su Señor y Salvador, hoy es el día para que lo haga y comience
a moverse en la dimensión sobrenatural de Dios.
Escrito por Fernando Alexis Jiménez
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