Leer | JUAN
8.1-11 | Nunca he conocido a una persona que no haya tenido un pasado. Nunca he
hablado con nadie cuya vida no incluya un “ayer”, o una “semana pasada” o un
“año pasado”. Y si alguien tiene un pasado, usted puede estar seguro de que esa
persona ha cometido algunos errores.
Si cada uno
de nosotros tiene un pasado, ¿por qué, entonces, nos sentimos aislados, solos y
avergonzados por lo que hicimos “en otro tiempo”? ¿Por qué permitimos que las
sombras de lo que hicimos hace mucho oscurezcan nuestro presente?
La
respuesta es un asunto de perspectiva. Cuando vemos retrospectivamente nuestras
vidas, por lo general vemos errores a través del lente de la culpa, el
remordimiento o el temor a la condenación. Lo que una vez aceptamos como una
conducta permisible, puede ahora escandalizarnos al darnos cuenta de la
gravedad de esos actos.
Pero ¿cómo
nos percibe nuestro Padre celestial? ¿Está influenciado por los mismos lentes
sucios por los que nos inclinamos a mirar? No. Él nos ve con claridad perfecta.
Significa que nos ve completamente, pero no toma en cuenta la culpa y el
remordimiento que tienden a distorsionar nuestras percepciones.
Más que
eso, nos ve con la gracia y el perdón perfectos que solamente Él puede dar.
Aunque nuestros errores pueden herirlo, el Señor nos mira con amor. Si usted ha
enfrentado su pecado y ha aceptado el perdón que se consigue en Jesucristo,
entonces puede tener la seguridad de que ahora está viviendo una segunda oportunidad.
Por el resto de sus días en este mundo, puede tener el gozo de saber que ha
sido perdonado.
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